Este post va dedicado al niño o niña que una vez fuiste, aquel o aquella que imaginaba, que reía, que jugaba y soñaba.
Es en los primeros años de vida en el momento que; empezamos a crear nuestro mapa de la realidad y nuestra manera de ver el mundo; empezamos a crear asociaciones de conceptos con hechos o emociones, aprendiendo a una alta velocidad; empezamos a forjar nuestra personalidad y a crear el concepto de “quién soy yo”.
Muchas veces olvidamos la importancia de las primeras etapas de la vida y el impacto que tienen en la edad adulta. Un/a niño/a herido/a, posiblemente será un adulto/a herido/a. Sin embargo, también sabemos que hay otra cosa más poderosa si cabe: El presente. Así pues, aunque tu niño/a interior se haya sentido abandonado/a, rechazado/a, juzgado/a, no deseado/a, ridiculizado/a, limitado/a o no amado/a, hoy, como adulto/a, sabiendo que ahora SI puedes desarrollar competencias y herramientas para dejar de sentirte así, puedes empezar el camino de reencuentro y sanación hacía ese niño o niña que una vez fuiste, para darle/darte todo aquello que necesita/s.
En este contexto, muchas veces los hijos, culpamos a los padres de estas heridas. De acuerdo a Louise Hay, “Todos somos víctimas de víctimas”, es decir, nuestros padres lo han hecho lo mejor que han podido con aquello que han sabido en ese momento. Posiblemente si conociéramos la historia de nuestros padres, podríamos entender porque se comportan de este modo. Y es que, una madre que no se quiere, no puede enseñar a su hijo/a a amarse. Un padre que se ha criado en un ambiente político y social de miedo, represión y obediencia, enseñará a su hijo/a que ese camino, es el correcto y el bueno, porque él lo cree así. Cualquiera puede liberarse de sus creencias limitantes, de sus miedos y de sus heridas, pero para eso se necesita ser consciente de ellas, creer en un cambio, tener información para ello y sobretodo quererse mucho.
Así pues, el primer paso para reencontrarnos y sanar nuestro/a niño/niña interior es perdonar a nuestros padres. Y…¿cómo podemos perdonar a nuestros padres? Vamos a ello:
- Interésate por conocer sus pasados para entender sus comportamientos
- Haz una dieta de perdón:
Durante 7 días , escribe 70 veces al día:
“Yo (tu nombre), perdono a mi madre/padre completamente)
- Escríbeles una carta
Escribe todo aquello que te ha molestado o dolido y todo aquello que te han aportado positivamente
Perdona
No es necesario que entregues las cartas.
Los trabajos hacia el padre o la madre son independientes, sepáralos en el tiempo.
- Acéptalos tal y como son. No trates de cambiarlos.
- Date tiempo
Por otra parte, trabajar la confianza es fundamental para que nuestro/a niño/a interior salga. Este/a niño/a necesita saber que va a encontrar un aliado/a que le apoye y no se avergüence de todo aquello que pasó.
Normalmente, cuando nos sentimos heridos, nos escondemos dentro de un disfraz, de una máscara, que nos protegerá aparentemente de todo peligro. Si tu niño/a interior se ha sentido así, es muy posible que con el paso de los años, se sienta más identificado/a con ese disfraz, que con su verdadero ser, el cual se queda aislado. Así pues, el encuentro con el niño/a interior, puede traer consigo sentimientos dolorosos, de duelo, de soledad, en primer momento. Es cuando aceptamos esos sentimientos y los acogemos, cuando podemos empezar a identificarnos con nuestro/a niño/a interior, con aquello que somos y liberarnos de esa carga emocional, que al fin y al cabo, llevamos dentro (aunque esté tan encerrada que en el día a día queramos pensar que se ha ido).
¡Acerquémonos un poco a nuestros/as niños/as interiores!
Parece un tópico, pero no lo es: ¡La vida pasa muy deprisa! ¡Aprovechémosla! No podemos parar el tiempo, ni dejar de crecer cada día (¡ni sería sano!), lo que si podemos hacer es vivir de otra forma: con pasión, con inocencia, soñando grande, valorando los pequeños detalles, viviendo el ahora, amando cada parte de nuestro cuerpo, riendo. Y todo esto, ya lo has hecho, ¿recuerdas? Lo hiciste una vez, cuando aun no eras consciente de que lo hacías, antes de que te enseñaran como debías comportarte para ser “bueno/a”, como debías ser…¡como si en ese momento no fueras ya un ser perfecto!, un niño o niña perfecto o perfecta. ¡Qué extraños estos adultos!
Besos, amor.