Mi mente saboteadora me agota justo en el momento en el que voy a ponerme a escribir. De repente me quedo sin energía y solo necesito irme a la cama.
Decido seguir escribiendo porque hoy quiero que mi cerebro recorra otro sendero:
el de SOY CAPAZ.
(Y es así como nuestra mente nos mantiene en la zona de confort: Nos sentimos cansadas, empiezan a venirnos pensamientos densos, nos cuesta concentrarnos… Todo para seguir en el mismo sitio, porque salir de donde estás para tu cerebro es PELIGROSO en esos momentos).
Por esto, le digo a mi autoboicot que este escrito no va a salir publicado en ningún sitio y que me deje seguir escribiendo, que simplemente voy a teclear sin rumbo alguno (¿Conseguiré engañarla? No). Está viniendo con más fuerza:
– ¿Engañarme? ¿En serio vas a publicar esto? ¿Dónde? ¿Para qué? No estás dando datos científicos, esto es una tontería-me dice
– Pues sí, no estoy aportando ciencia porque me duele la cabeza de tanto conocimiento, de tanta información. Necesito vivir; sentir; experimentar.
El dolor de cabeza aumenta, así que finalmente decido dejar de escribir:
“Has ganado, estamos seguras sin enfrentarnos a un posible éxito, o fracaso. ¿Ya estás tranquila?”- le digo.
Respiro y me doy cuenta de que nada me sirve enfadarme conmigo misma ahora. Así que, acepto que estoy en un momento en el que mis miedos están saliendo y…ya. Descanso.
Retomo la escritura pasados unos días. He aprovechado para repetirme como mantra el “SOY CAPAZ” para que mi mente vaya procesándolo. Empiezo a escribir, y me siento más inspirada, las ideas salen de una forma más fluida.
– Tal vez el otro día no fuera el momento. De nada me sirve forzarme a hacer algo que mi cuerpo me indica como denso. A pesar de ser consciente que es miedo. Puede que simplemente fuera el momento de identificar que ese miedo estaba ahí.
Escribo dos párrafos y el cansancio vuelve de nuevo.
Los pensamientos se multiplican:
– No vas a poder, no sirves para esto- Es el momento de negociar entre las partes: la que quiere salir de la zona de confort, y la que tiene miedo y boicotea para hacerlo.
– De acuerdo, hagamos un trato. Todos los días escribiré una línea. Así podrás ir sintiéndote más segura. Solo una línea, pero todos los días. A cambio, tú no me tratarás mal y me dejarás escribir.
– ¿Una línea? Así no terminamos el libro en la vida.
– Una línea es mejor que nada. Paso a paso.
– Ok.
Así lo hago, cada día escribo una línea que a momentos me sabe a poco y otros a mucho. Empieza a aparecer una parte que me dice: Lo estamos haciendo.
Una voz empieza a tomar fuerza con los días:
- Hoy decido que:
– Yo soy más importante que todas las creencias que algún día asumí como ciertas.
– Tengo el poder de transformar todas aquellas que me limitan y me encierran. - Hoy sé que puedo sustituirlas por otras más expansivas que estén en sintonía con lo que necesito; más en sintonía con mi niña interior.
- Hoy puedo habitar un lugar seguro, y ese espacio empiezo a ser yo.
Con amor:
D.