Evitar la evitación como afrontamiento

Hace unas semanas, os compartía en un post de instagram lo normalizado que tenemos el hecho de buscar la felicidad evitando el sufrimiento. Crecemos con esta cultura emocional, donde mensajes comunes en la infancia (y adultez) van en la línea del “no llores”, “no puedes ponerte así por eso”, “no es para tanto”, “que exagerado/a”, que nos enseña el sufrimiento como algo anormal, negativo e inapropiado (os animo a que leáis este post si queréis profundizar un poco en el tema).

 

Es en este contexto en el que nuestra tendencia habitual nos lleva a tratar de distanciarnos del malestar. Nuestras escapatorias favoritas suelen clasificarse en dos categorías: distracción y negación (depende desde el paradigma psicológico que lo abordemos).

 

La escapatoria como forma de afrontamiento nos lleva a experimentar un mayor alivio emocional de la situación amenazante a corto plazo. Sin embargo, nos lleva a manifestar una  vulnerabilidad continuada, una sensación de desbordamiento, una amenaza mayor y un mayor malestar a largo plazo (¡justo lo que queríamos evitar!)

 

¿Os suenan algunas de estas escapatorias?

 

 

Es posible que observando estas actividades hayas pensado: “¿Hacer jardinería o hacer deporte es un escape?” No, cualquier actividad puede realizarse conscientemente o bien con una actitud escapista. Más que la actividad en sí (a pesar de que las de aturdimiento sí suelen estar relacionadas con evitación), la cuestión es DESDE dónde lo hago.

 

Cuando hay dificultad para diferenciar entre las actividades que constituyen una escapatoria y las que sirven de contrapeso a las dificultades y forman parte de una vida equilibrada, lo ideal es PARAR, y conectarte con la emoción que te genera esa actividad y cuál o cuáles te generarían si no la hicieras. La comprensión consciente de un@ mism@ puede aclarar la diferencia.

 

Os dejo aquí un breve ejercicio que puede ayudaros en este proceso:

 

Como veis la clave está en tomar consciencia de las propias formas de evasión y resolver permanecer en el ahora y afrontar las emociones. Evitar el dolor solo consigue perpetuarlo a largo plazo, mientras que la presencia (mindfulness o atención plena) te permite aprender de tus emociones desagradables y salir con más fortaleza.

 

El contacto con la emoción, sensación, idea, impulso, nos permite aprender a gestionarla, transitarla y acompañarnos a nosotr@s mism@s en ella. Sintiéndonos más preparados para dominar las demandas de la situación.

 

Así pues, cuando me pille evadiéndome, con cariño, puedo dirigir mi atención hacia mi interior en el instante presente, y descubrir las sensaciones que experimento y los pensamientos y emociones que afloran.

 

¡A por ello!

 

Con amor,

D.

¡Comparte!