En nuestras relaciones, a veces nos encontramos atrapados en un juego invisible, lo que Stephen Karpman llamó “El triángulo dramático”. Un ciclo en el que nos movemos entre tres roles: Víctima, salvador y agresor.
La víctima, se siente desamparada y busca ayuda; el salvador, intenta arreglarlo todo sin pensar en sí mismo; y el agresor, utiliza la crítica o el control para protegerse.
Sin darnos cuenta, giramos en círculos repitiendo estas dinámicas una y otra vez, como en un baile interminable. Estas dinámicas aunque a priori tienen la intención de encontrar el bienestar (en algún momento de nuestra vida hemos tenido que adaptarnos a ellas para sobrevivir), agotan nuestras relaciones y perpetúan el conflicto, alejándonos del equilibrio emocional.
¿Qué es el triángulo dramático?
El Triángulo dramático es un modelo psicológico desarrollado por Stephen Karpman en 1968. Describe una “dinámica tóxica” en la que tres roles interactúan de forma cíclica:
La víctima: Se siente impotente, desamparada y sin capacidad de cambiar su situación. Busca que otros la rescaten. Su YO ADULTO no está desarrollado o la persona no puede entrar en contacto con él en ciertas situaciones.
El salvador: Se siente responsable de arreglar los problemas de los demás, incluso cuando no se lo piden. Su ayuda puede mantener a la víctima dependiente.
El agresor: Utiliza el control, la crítica o la agresión para reafirmar su posición y, en ocasiones, ocultar su propia inseguridad.
Este ciclo no tiene un “villano” como tal: cada rol alimenta al otro, creando una dinámica destructiva en la que todos terminan perdiendo.
Ejemplo:
Imagina una situación típica:
Una persona (Víctima) se siente abrumada en el trabajo y se queja constantemente.
Su amigo (Salvador) interviene, ofreciendo soluciones, tiempo y energía, pero sin permitir que la víctima asuma responsabilidad.
Eventualmente, el Salvador se agota y comienza a mostrarse crítico o agresivo, transformándose en Agresor.
La Víctima entonces se siente aún más desamparada, cerrando el ciclo.
Este tipo de interacción puede ocurrir en relaciones familiares, de pareja, laborales o incluso amistades
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¿Por qué entramos en el triángulo?
Todos podemos asumir uno de estos roles en diferentes momentos, generalmente como una respuesta automática a emociones no resueltas o patrones aprendidos.
Si crecimos en ambientes donde estos roles eran comunes, es probable que los reproduzcamos en nuestras relaciones adultas.
Es la forma en aprendimos a que nos ACARICIARAN, a que nos validaran y nos quisieran.
Es la forma en la que aprendimos a ser vistos
Es la forma en la que aprendimos a mantener el control.
Estos roles crean dependencias y patrones de interacción que, aunque perjudiciales, resultan familiares y difíciles de romper.
PERO… 🙏¿A QUÉ PRECIO MANTENGO ESTOS ROLES EN MÍ Y EN MIS RELACIONES?🙏
Cómo romper el triángulo dramático
Salir del triángulo requiere un cambio interno profundo que posiblemente requiera de un acompañamiento psicoterapéutico. Aquí tienes tres pasos clave:
1. Autoconciencia
El primer paso es identificar el rol que estás jugando. Pregúntate:
¿Me siento impotente y espero que otros me ayuden? (Víctima)
¿Estoy asumiendo problemas ajenos para sentirme útil? (Salvador)
¿Me siento atacado o necesito controlar la situación? (Agresor)
Reconocer estas dinámicas en el momento es fundamental para interrumpir el ciclo.
2. Responsabilidad personal
A cada rol se le tiene la oportunidad de aprender una lección (sanar una herida) para salir del triángulo:
- La víctima
Conectar con SU PODER, asumiendo responsabilidad por su vida y reconociendo que tiene poder para cambiar.- El salvador
Conectar con SU CAPACIDAD PARA PONER LÍMITES, DE VERSE A SÍ MISMO entendiendo que no es su trabajo “arreglar” a los demás.- El agresor
Permitirse LA VULNERABILIDAD, abrazando su miedo y herida y conectando con su sentir, para aprender a expresar sus emociones y necesidades de forma asertiva, sin recurrir a la crítica o la agresión.Todos los roles, pueden aprender de los demás: A verse a sí mismo, a ver a los demás…
3. Crear nuevas dinámicas
La sanación ocurre cuando dejamos de jugar roles y nos relacionamos desde la autenticidad. Algunas estrategias incluyen:
- Practicar la comunicación asertiva.
- Respetar las decisiones y procesos de los demás.
- Cultivar la autocompasión y el autocuidado.
Más allá del triángulo: La relación consciente
Cuando rompemos con el triángulo, abrimos la puerta a relaciones más equilibradas y conscientes, basadas en:
Empatía: Entender las necesidades del otro sin asumir responsabilidad por ellas.
Colaboración: Trabajar juntos en lugar de competir o depender.
Autonomía: Reconocer que cada persona es responsable de su propia vida.
El proceso no es fácil, sin embargo es profundamente transformador.
El triángulo dramático nos enseña que las dinámicas tóxicas no son casuales; son patrones que podemos aprender a reconocer y cambiar. Salir del triángulo no solo mejora nuestras relaciones con los demás, sino también con nosotros mismos.
¿Te identificas con alguno de estos roles?
La buena noticia es que siempre puedes elegir salir del ciclo, crecer y construir vínculos más sanos: Transformar tu triángulo en ganador.
Con amor.
D.